La crianza respetuosa está de moda. Cada vez a más gente le gusta decir que cría con respeto, sin usar castigos sino consecuencias, sin golpes.
Pero, ¿sabemos qué es de verdad la crianza respetuosa?
La crianza respetuosa es mucho más que ausencia de maltrato físico y psicológico.
Si tuviera que resumir la crianza respetuosa usando pocas palabras, diría que es respeto por los derechos y las necesidades de la infancia.
Y eso implica mucho, muchísimo.
En primer lugar implica dejar de lado esa mirada adultocentrista con la cual siempre interpretamos nuestras relaciones con la infancia.
La crianza respetuosa es empatía hacia la infancia.
No es difícil mostrar empatía hacia una persona adulta que se queja de lo duro que es criar (y los adultos siempre nos quejamos por algo: que si es duro criar sin tribu, que si es imposible criar sin disciplina, que los niños no nos dejan dormir…). Lo verdaderamente difícil es entender las razones de la infancia, de esas criaturas que no pueden defenderse por sí mismas porque no tienen voz.
Lo único que un bebé o niño pequeño pide (especialmente en la fase de exterogestación, ese periodo después del parto que puede durar hasta los 18 meses) es estar con su figura de apego y ser amamantado.
No pide nada más.
Por eso tres de los pilares de la crianza con apego (de la cual la crianza respetuosa es, podríamos decir, la evolución) son: la lactancia materna, el porteo y el colecho. Para que un niño tenga que renunciar a una de estas tres cosas (que son derechos y necesidades a la vez) tiene que haber un motivo muy grave.
La crianza respetuosa es también ausencia de conductismo, esa voluntad más o menos velada y más o menos bienintencionada de los adultos de moldear la voluntad y la personalidad infantil.
Por ese mismo motivo, la crianza respetuosa rehúye la disciplina positiva que, por mucho que se intente reforzar su cara «amable», sigue siendo un tipo disciplina con todas las consecuencias sobre el desarrollo de la personalidad que eso comporta en términos de libertad y autoestima.
Cada vez más se habla de autocuidado, algo necesario y para nada incompatible con la crianza respetuosa. Lo importante es no usar el autocuidado como excusa para descuidar a una cría. Siempre hay un momento para tomar un baño relajante o para una charla con otro adulto. Pero sobre todo, hace falta descubrir todas esas cosas divertidas que podemos hacer en compañía de nuestros hijos y que a la vez nos permiten cuidar de nosotros mismos.
La base de la crianza respetuosa es un embarazo consciente, es decir elegir tener un hijo si y cuando estamos de verdad preparados. En eso influye la edad, por supuesto, pero sobre todo la madurez individual y lo que cada uno considera importante (conseguir un buen trabajo, viajar, salir con los amigos, pasar tiempo en exclusiva con la pareja). Si no alcanzamos nuestros sueños en el momento oportuno, acabaremos pagándolo con nuestros hijos, echándoles la culpa de nuestros supuestos «sacrificios» o descuidándolos para realizarlos.
La crianza respetuosa hay que considerarla una inversión en el futuro de nuestros hijos. Sus primeros años de vida son fundamentales para sentar las bases de su bienestar físico y mental. La crianza respetuosa es el mejor regalo que podamos hacer a nuestros hijos, un regalo para toda la vida.
Nuestros hijos serán pequeños toda la vida. Muy pronto dejarán de necesitarnos tanto y volveremos a tener tiempo (incluso de sobra) para nosotros mismos.
Para criar con respeto hay que empezar por sanar nuestras propias heridas, desaprender patrones, superar la disonancia cognitiva. Y lo ideal sería empezar a hacerlo antes de tomar la decisón de convertirnos en progenitores.
¿Hay algún secreto en la crianza respetuosa? Sí. El secreto es aprender a disfrutar de la crianza. Los niños tienen mucho que enseñarnos: cada día nos ayudan a ser mejores personas. Solo hay que dejarse guiar.