Ha sido la primera vez que he viajado a Lisboa con mis hijos y la experiencia ha sido sin duda muy positiva.
Es totalmente cierto lo que se dice de Lisboa: es una ciudad amiga de la infancia donde todo el mundo es amable con los niños.
Hemos viajado con Tap Portugal y el personal ha tenido bonitos detalles con los niños, ofreciéndoles un vaso de zumo que no estaba previsto en el vuelo y dándoles una mantita para que pasaran frío.
Nos hemos alojado en el Lisbon Wine Hotel, un hotel pequeño y con encanto cerca de la estación de trenes y de una parada de metro. La ubicación era fundamental para nosotros para poder movernos con facilidad por la ciudad y la provincia; además era importante tener una habitación bien insonorizada para poder descansar.
Hemos planificado un itinerario adaptado a las necesidades de los niños para que el viaje fuera una bonita experiencia para todos, evitando las interminables colas para acceder a los monumentos más conocidos y limitándonos a un paseo en los alrededores del Castelo de São Jorge, de la Torre de Belém y del Elevador de Santa Justa. Los niños, por su parte, ya habían decidido qué querían visitar tras leer esta Guía de viaje para niños – Lisboa (que también incluye pasatiempos).
No podían faltar las visitas a parques y jardines: cuando tocaba una parada en una cafetería hemos intentado elegir lugares con espacio para que los peques pudieran jugar. En Lisboa hay muchos quioscos que venden bebidas, helados y tentempiés y que se encuentran en lugares emblemáticos de la ciudad, como en la riviera del Tajo o en plazas bonitas como la del Ayuntamiento o de la Iglesia do Carmo.
Una visita obligada si se viaja a Lisboa con niños es Ciencia Viva (Pavilhão do Conhecimento), un museo interactivo de ciencia y tecnología con diferentes salas con experimentos, talleres y zona de juego. En este momento hay una exposición de dinosaurios con talleres de excavación.
Al peque le ha encantado la zona de juegos donde las actividades están inspiradas en el mundo del circo.
Además hay una casa inacabada que donde los niños, rigurosamente con casco, pueden subir materiales de construcción (de juguete) para terminarla.
En la sala Fishanário los niños pueden colorear su propio animal marino para luego digitalizarlo y verlo nadar en una gran pantalla.
Hemos aprovechado para dar un paseo en bus turístico y llegar hasta el pueblo costero de Cascais, donde hemos visitado el Parque Marechal Carmona.
Es un parque muy amplio y con mucha vegetación, donde viven gallos, gallinas, patos, tortugas y pavos reales. El parque infantil es grande y tiene una buena variedad de columpios. Hay una cafetería y zonas de picnic.
Otra visita obligada es el Parque Eduardo VII: entre las Estufa fría y Estufa quente (jardín botánico) hay un parque infantil que, además de los clásicos columpios, tiene también una tirolina.
El Parque forestal de Monsanto, la zona verde más grande de la ciudad, merece una visita. Hay ardillas, conejos, senderos tranquilos para pasear y columpios…¡qué más se puede pedir!
Moverse por Lisboa con carrito de bebé es bastante complicado debido a las cuestas y a la pavimentación de las aceras y las calles; además los bordillos de las aceras están adaptados para moverse en sillas de ruedas. Así que es recomendable usar portabebés para los más pequeños.
Los mejores restaurantes en los cuales hemos comido, por el trato y la calidad de la comida, han sido: Jardim das Cerezas (buffet vegetariano donde se comparte mesa con otros comensales) y Arco-íris (comida vegetariana y macrobiótica). Muchos restaurantes en Lisboa están abiertos solo para el almuerzo.
Además de la comida típica portuguesa, en Lisboa se puede probar comida de varios lugares del mundo, especialmente brasileña y nepalí.
Por supuesto no podían irnos sin probar los famosos pasteles de nata, dulce típico de Lisboa, producido artesanalmente en muchas pastelerías de la ciudad con variantes interesantes (con frutos secos o helado). Tengo que mencionar uno de los dulces de mi infancia que por fin he vuelto a saborear: el salame de chocolate, un postre buenísimo a base de chocolate negro, galletas rotas, mantequilla y huevos.
Nos fuimos tras dejar un trocito de corazón en Lisboa y con muchas ganas de volver cuanto antes.
Nos consolamos volviendo a leer las obras que Saramago escribió para el público infantil: «El primer barco» y «La flor más grande del mundo«.