
En casa intentamos evitar cuentos sexistas y también juguetes que lo sean. Mi hija tiene cocinita para el juego simbólico pero también banco de herramientas y tren de madera.
Le gusta imitar a mamá y papá que cocinan o que montan un mueble.
Los juguetes no tienen sexo y si hubiera sido varón le habría comprado exactamente lo mismo.
La primera muñeca que ha tenido, elegida por ella, ha sido una bebé negrita que se ha transformado en su adorada bebé brown, como ella la llama.

Pero en el mercado hay muchas más muñecas y están también las tan controvertidas “barbies” (o similares: Monster High, Bratz), muñecas súper maquilladas y sobre todo con proporciones corporales muy irreales.
¿Hasta qué punto una muñeca puede condicionar el correcto desarrollo de la personalidad de una niña?
Si miro a mi infancia, puedo contaros que tuve una Barbie novia y una Skipper tenista.
Ni me he casado ni juego al ténis. Problemitas con la aceptación de los cambios en mi cuerpo he tenido de adolescente, como la mayoría de mis coetáneos, pero no creo que la muñeca fuera responsable.
Pero hay niñas que muestran verdadera pasión hacia esas muñecas, pasan horas y horas peinándolas y cambiándoles de ropa. Mi vecina de casa tenía una colección de más de 20 barbies.
Hoy en día la tendencia a sexualizar el cuerpo de las niñas en la sociedad occidental representa una tendencia muy peligrosa.
Maquillaje para niñas, ropa ajustada o incluso centros de belleza exclusivos para menores de 12 años…por no hablar de las redes sociales y la mensajería instantánea donde cada vez hay más fotos de niñas vestidas y maquilladas como adultas.
A mi hija de 3 años le encanta maquillarse (yo, desde cuando nació ella, casi no he vuelto a maquillarme). Le compré colores pinturas para la cara, de las que se usan en carnaval, y le encanta pintarse la cara como una abeja, una tortuga o una bailarina, según la inspiración del momento.
Mi intención es no comprarle ninguna muñeca ipersexualizada ni que le dé un modelo tan absurdo del cuerpo femenino.
Investigando en la red he descubierto que según el profesor de Berkeley Adena Young, la muñeca Barbie actual está basada en un personaje llamado Lili, una prostituta de una tira de cómic alemana y por eso al principio se vendía exclusivamente en tiendas para adultos.
Según el Body Project de la Bradley University, si Barbie fuera una mujer en carne y huesos sus medidas serían 32-17-28, muy lejos de la realidad. Su cintura sería un 39% más pequeña de lo que es la cintura de una paciente anoréxica.
En su libro «Consumer Culture, Identity and Well Being» Helga Dittmar y Emma Halliwell demuestran que los efectos negativos sobre el autoestima de las niñas se dan porque desde edades tempranas (entre 5 y 8 años) se comparan con Barbie y se crean una idea errónea sobre lo que su cuerpo llegará a ser.
A pesar de los esfuerzos de crear muñecas de distintas etnias y color de piel, la Barbie «clásica» hace creer que piel blanca, pelo rubio y ojos celestes son el ideal de belleza. Eso hace que las niñas que no cumplen los cánones de belleza se sientan inferiores porque no se les enseña el valor de la diferencia.
Cuando la primera Barbie adolescente que hablaba salió a la venta en 1992 pronunciaba frases como «La matemática es dura» (!), reforzando el estereotipo según el cual a las mujeres no se les dan bien las matemáticas y las ciencias. Esto, junto con la imagen de una muñeca tan irrealmente bonita, maquillada y con miles de vestidos y accesorios, perpetua el sexismo.

Afortunadamente tenemos alternativas para nuestr@s niñ@s: muñecas con proporciones más reales y que nos dan modelos diferentes respecto al de “pija”.
Un ejemplo son las muñecas Lottie que tienen el cuerpo de una niña de 9 años: no están maquilladas, no llevan joyas ni tacones y se mantienen de pie. Pirata, científica o rockabilly, arqueóloga o astrónoma, incluso karateka: hay una gran variedad.
Existe también un muñeco, Finn, al cual le encanta volar cometas.
Existe también un muñeco, Finn, al cual le encanta volar cometas.


También me gustaría hablaros del proyecto de una artista australiana, Sonia Singh y su proyecto llamado Tree change dolls. La artista tomó las famosas muñecas Bratz, excesivamente “sexualizadas”, y les quitó el maquillaje exagerado. Luego volvió a pintarles las caras, les puso ropa y zapatos más normales para convertirlas en muñecas en las cuales las niñas pudieran reconocerse.
Encuentras sus muñecas AQUÍ.


Wendy Tsao también modifica Bratz y las convierte en heroinas de nuestro tiempo: Malala Yousafzai (premio Nobel de la Paz), Roberta Bondar (astronauta canadiense), Jane Goodall (primatóloga), J.K. Rowling (escritora) entre otras, para que las niñas, jugando, se inspiren en estas mujeres extraordinarias.
Otro proyecto muy interesante es el de #ToyLikeMe, una acción global que empezó en el Reino Unido a iniciativa de padres de niños con discapacidad y padres discapacitados. El objetivo que se han marcado es que la industria juguetera represente a tod@s l@s niñ@s. Y ya han conseguido que las diferencias encuentren por fin su representación en los próximos juguetes Lego.

Lego además, tras la protesta de una niña de 7 años, Charlotte Benjamin (y de las firmas que se recogieron para apoyar su carta) ha lanzado una colección llamada Instituto de investigación con figuritas que representan a una paleóntóloga, una astrónoma y una química.
Estoy cada vez más convencida de que los juguetes no son inocuos, son la manera a través la cual nuestros niños descubren el mundo y por eso es importante que no reciban mensajes estereotipados.