
Las bolsitas de la señora T
Paula Merlán (Autora), Mar Blanco (Ilustradora)
+5 años
Le sobraba el tiempo y no sabía qué hacer con él.La
señora T se sentía muy sola y aburrida en su enorme mansión.
El tiempo le pasaba muy despacio…

La señora T vivía sola y no estaba contenta con su vida.
El tiempo pasaba demasiado despacio y ella tenía la desagradable sensación de que le sobrara.

Pensó así de ir quitando segundos a los minutos, minutos a las horas y horas a los días y ordenarlos en bolsitas de colores. Así, decide guardar los segundos en bolsitas de color verde, tras quitárselos a los relojes, los minutos que le sobran en
bolsitas de color amarillo y las horas que no necesita en bolsitas de color rojo.
bolsitas de color amarillo y las horas que no necesita en bolsitas de color rojo.

Los días ya no tenían 24 interminables horas, sino solo 12 horas que pasaban lo suficientemente deprisa como para que nuestra protagonista se sintiera satisfecha con el resultado de su gran idea. Sus vecinos, sin embargo, no estaban de acuerdo porque necesitaban más tiempo.
Fue así que la Señora T fue repartiendo las horas y los minutos recogidos entre todos los que se los pedían. Así consiguió un doble objetivo: hacer que el tiempo fuera mucho más deprisa para ella y, a la vez, hacer felices a otras personas al poder regalarles ese tiempo que ella no necesitaba.
Fue así que la Señora T fue repartiendo las horas y los minutos recogidos entre todos los que se los pedían. Así consiguió un doble objetivo: hacer que el tiempo fuera mucho más deprisa para ella y, a la vez, hacer felices a otras personas al poder regalarles ese tiempo que ella no necesitaba.
Hasta que un día…su tiempo se agota.
Fue ese el momento en el que se dio cuenta de haber desperdiciado su tiempo y de no haberlo aprovechado para disfrutar de la pequeñas cosas que merecen la pena: un paseo por la arena, contemplar el cielo azul, dejarse acariciar por la brisa…
Una historia que nos hace reflexionar, junto a su protagonista, la señora T (de Tiempo) sobre lo voluble que es el tiempo, que a veces pasa lento y otras, precisamente cuando más lo necesitamos, se esfuma rápidamente sin que podamos retenerlo.
¿Quién no ha deseado guardar el tiempo que nos sobra para poder usarlo en otra ocasión? ¿O que, en momentos de tristeza o aburrimiento, no ha anhelado que las agujas del reloj corrieran más deprisa?
Además la Autora subraya la importancia de disfrutar de cada instante de nuestra vida, hecha de pequeños instantes que pueden parecer insignificantes, pero que al final son los que van formando nuestra entera existencia.
Y es un mensaje que nos llega sobre todo a los que vivimos con prisas, agobiados (como la señora Agobio en el cuento) por no tener suficiente tiempo para hacer todo lo que queremos (o, mejor dicho, nos exigimos) hacer.
En realidad hay que darse cuenta de que existe un límite, que es normal no poder con todo. Por eso hay que seleccionar las tareas, elegir las indispensable, posponer o delegar las demás y tomarnos un respiro para disfrutar de lo que de verdad cuenta.
Un cuento que nos ofrece también un mensaje reconfortante sobre la muerte que se muestra como una normal fase de transición en el ciclo de la vida, que no implica una pérdida sino nos ofrece la posibilidad de volver a entrar en contacto con nuestros seres queridos.
El final está abierto a interpretación y deja espacio a la reflexión a través de una pregunta muy profunda: ¿el tiempo perdido está perdido para siempre o se puede recuperar?
Increíble la capacidad de la Autora de dar fisicidad a conceptos tan abstractos como los ligados al tiempo a través de la imagen de las bolsitas que contienen segundos, minutos y horas.
Una historia metafórica, escrita con mucha sensibilidad que se complementa perfectamente con las ilustraciones de Mar Blanco, una artista que ya habíamos apreciado en Dorothy: una amiga diferente.
Sus imágenes añaden expresividad al texto a través de las miradas de los personajes, de la simbología ligada al tiempo (relojes de cuco, de arena, de pulsera, despertadores), de los colores vívidos y de la luz.
Sus imágenes añaden expresividad al texto a través de las miradas de los personajes, de la simbología ligada al tiempo (relojes de cuco, de arena, de pulsera, despertadores), de los colores vívidos y de la luz.

Además notamos como la señora T, joven al comienzo del libro, poco a poco va envejeciendo, conforme va regalando su tiempo a sus vecinos.
Un cuento que permite distintos niveles de lectura, según la experiencia y la edad de cada uno de los lectores, siendo por eso apto a niños y adultos.
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